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“Si los graves desequilibrios de la globalización no fuesen corregidos, si la fase actual del capitalismo no pone fin a sus excesos y a si la responsabilidad social no vuelve a ser lo primero, las democracias correrán serios riesgos, inclusive hasta una nueva guerra”.
Tal advertencia fue del Presidente francés, Emmanuel Macron, en el discurso de la sede de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en Ginebra, Suiza, el pasado martes 11 de junio,
“Creo que la crisis puede conducir a la guerra y a la descomposición de las democracias. Estoy íntimamente convencido,” dijo (La Vanguardia, 12/06/2019).
Macron afirmó que el liberalismo económico y la “economía social de mercado” facilitaron la salida de la pobreza de centenares de millones de personas luego de la Segunda guerra mundial (1939-1945). Con la globalización y los cambios tecnológicos, dijo, se impuso “un modelo neo liberal y un capitalismo de acumulación, que pervirtió tanto el sistema anterior, como el funcionamiento de las sociedades.
“La responsabilidad de nuestra generación no es esperar a una nueva guerra, sino ver el mundo tal y como es,” agregó.
Al admitir que su gobierno no ha reaccionado como debería ante la crisis económica, social y política que afecta a Francia, estampada en las manifestaciones de los Chalecos amarillos, que desde noviembre ocupan las calles de las ciudades de todo el país, Macron reconoció “los ajustes brutales” hechos por algunos países del Sur de Europa, donde los asalariados sufren “retrocesos jamás vistos en tiempos de paz.”
Admitió también que “nuestros fracasos son los que alimentan los extremismos.”
La inacción, afirmó, el presidente francés, ha acentuado los desequilibrios “que fracturan nuestras democracias… Tenemos un sistema en el que el progreso macroeconómico se construyó sobre los desequilibrios microeconómicos y territoriales.” Tal sistema, recalcó, es cada vez menos liberal y menos social, a causa de la primacía de la acumulación de la renta y del corporativismo.
Según él, las consecuencias políticas y sociales de ese cuadro son muy preocupantes, porque los ciudadanos, al no se sienten partícipes del progreso, comienzan a cuestionar el sistema y a rechazarlo abiertamente, con lo que se abre el camino de las ideologías radicales y de los demagogos. “El consenso profundo sobre el que la democracia, el progreso y las libertades individuales construían desde el siglo XVIII nuestro país, están a punto de desmantelarse”, dijo Macron.
Para superar la situación, el presidente francés propone un multilateralismo reinventado y una nueva globalización, volver a la responsabilidad colectiva y a las necesidades humanas, a la inclusión, a la justicia y a la lucha contra el cambio climático y la degradación de la biodiversidad.
Macron recalcó que “Europa no es un mercado, es un proyecto.”
Macron, comprensiblemente, está sintiendo la presión de las manifestaciones incansables de los chalecos amarillos, pero sus ponderaciones son precisas, y reflejan el panorama que se arrastra, sobre los efectos nocivos de la globalización dominada por las altas finanzas especulativas.